Generación Perdida | WORLD PREMIERE | Reviewed by Opera Actual

Generación Perdida | WORLD PREMIERE | Reviewed by Opera Actual

(English translation below.)​

De OPERA ACTUAL: La ópera de Jorge Sosa que transforma el dolor latinoamericano en poesía

Mientras el Metropolitan Opera lucha cada noche por llenar su sala de 3.800 butacas, decenas de compañías de ópera más pequeñas en Nueva York ofrecen abundantes alternativas, ya sea en el espacio, el formato o el repertorio. El Teatro Grattacielo, una compañía boutique que durante décadas exploró rarezas del verismo, ha comenzado recientemente a presentar óperas contemporáneas igualmente alejadas de lo convencional.

Generación Perdida, es un monodrama de Jorge Sosa y el más reciente estreno mundial de la compañía, está basado en el libro homónimo de Javier Moro Hernández, centrado en los secuestros y desapariciones forzadas endémicas en toda América Latina. Cantada en español con sobretítulos en español e inglés, la obra evita confrontar directamente la violencia o la política, y, en cambio, presta una atención poética a los horrores personales de la crisis, dando voz literal a quienes buscan reconciliarse con una pérdida trágica.

La ópera de cámara de Sosa, compuesta para piano y cuarteto de cuerdas, se desarrolla en una serie de episodios cuyos títulos están tomados de poemas individuales de la colección de Hernández. Aunque otras obras recientes han utilizado este formato, a menudo pareciendo poco más que un ciclo de canciones escenificado o un álbum conceptual, Generación Perdida supera esos escollos para ofrecer un arco emocional palpable, con una fusión fluida entre inspiración melódica e impulso percusivo.

Gran parte de esa dualidad proviene directamente del texto, donde los gestos líricos están cargados de energía para impulsar la acción. La mezzosoprano Victoria Vargas ofreció una interpretación apasionada, donde cada agitación rítmica encontraba una resolución suave. Del mismo modo, el director Tianhui Ng mantuvo equilibradas las muchas técnicas percusivas del cuarteto con el carácter romántico y exuberante de la música. La sobria dirección escénica de Elena Araoz, que consistió principalmente en que Vargas se desplazara lentamente entre dos sillas situadas a ambos lados del escenario, mantuvo la fluidez del espectáculo sin distraer del diseño de proyecciones sutiles de Danial Landez (que en un momento no fueron tan sutiles al proyectarse sobre la camisa blanca del director).

Generación Perdida claramente toca una fibra íntima en el compositor. Aunque las desapariciones en dictaduras como las de Argentina, Uruguay y Chile pueden resultar comprensibles, en la México natal de Sosa, “más de 100,000 personas han desaparecido en 12 años de gobiernos democráticamente elegidos”, como cita el texto del espectáculo. Lo que seguramente no estaba claro el año pasado, cuando la ópera recibió financiamiento parcial a través de una beca de Opera America, era cuánto resonaría este tema en los Estados Unidos.

Con la migración y el secuestro convertidos ahora en temas habituales en las noticias estadounidenses, el público se mostró visiblemente atento y empático. Para un espectáculo que claramente ignora el viejo axioma del escritor “muestra, no digas”, la falta de detalles específicos demostró que cierto distanciamiento emocional puede transmitir una fuerza propia, especialmente cuando lo que antes parecía una intriga internacional lejana se convierte en un peligro local comprensible.

From OPERA ACTUAL: Jorge Sosa’s Opera Transforms Latin American Pain into Poetry

While the Metropolitan Opera struggles nightly to fill its 3,800-seat hall, dozens of smaller opera companies in New York offer abundant alternatives, whether in space, format, or repertoire. Teatro Grattacielo, a boutique company that for decades explored the rarities of verismo, has recently begun presenting equally unconventional contemporary operas.

Generación Perdida, a monodrama by Jorge Sosa and the company’s most recent world premiere, is based on the book of the same name by Javier Moro Hernández, which focuses on the endemic kidnappings and forced disappearances across Latin America. Sung in Spanish with Spanish and English surtitles, the work avoids directly confronting violence or politics, and instead pays poetic attention to the personal horrors of the crisis, giving literal voice to those seeking to come to terms with tragic loss.

Sosa’s chamber opera, scored for piano and string quartet, unfolds in a series of episodes whose titles are taken from individual poems in Hernández’s collection. While other recent works have used this format, often seeming little more than a staged song cycle or concept album, Generación Perdida overcomes these pitfalls to offer a palpable emotional arc, with a fluid fusion of melodic inspiration and percussive drive.

Much of this duality comes directly from the text, where lyrical gestures are charged with energy to propel the action forward. Mezzo-soprano Victoria Vargas gave a passionate performance, with each rhythmic upheaval finding a gentle resolution. Similarly, conductor Tianhui Ng balanced the quartet’s many percussive moments with the romantic, exuberant character of the music. Elena Araoz’s restrained stage direction, which consisted primarily of Vargas moving slowly between two chairs on either side of the stage, maintained the flow of the show without distracting from Danial Landez’s subtle projection design (which at one point was not so subtle when projected onto the conductor’s white shirt).

Generación Perdida clearly strikes a chord with the composer. While disappearances in dictatorships like those in Argentina, Uruguay, and Chile may be understandable, in Sosa’s native Mexico, “more than 100,000 people have disappeared in 12 years of democratically elected governments,” as the show’s text states. What was surely unclear last year, when the opera received partial funding through an Opera America grant, was how much this theme would resonate in the United States.

With migration and kidnapping now commonplace in American news, the audience was visibly attentive and empathetic. For a show that so clearly ignores the old writer’s axiom “show, don’t tell,” the lack of specific details showed that a certain emotional detachment can convey a power of its own, especially when what once seemed like distant international intrigue becomes an understandable local danger.

Sponsors

NYC Cultural Affairs
EriK Bottcher
Virginia B. Toulmin Foundation
Stavros Niarchos Foundation (SNF)
World Basebal Network

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